Imaginación y audacia en el arte ecológico
Crónica de Gabriela Borrelli
Hace unas semanas, Luigi Mangione, un joven de 26 años, le disparó por la espalda al CEO de la principal aseguradora de salud de EE. UU. A pocas cuadras y a pocos días de ese 4 de diciembre, se presentó en el MoMA el libro Momentum: Art & Ecology in Contemporary Latin America. El libro nos llega por el impulso del Instituto Cisneros y reúne textos y experiencias artísticas que tienen como referente la ecología, esa discusión tan urgente.
A lo largo de la tarde suceden diferentes exposiciones, cada una a su manera indaga en los diálogos que el arte entabla con el desastre ecológico actual, con la emergencia, con el pesimismo y con la posibilidad de armar una perspectiva. Graciela Speranza, escritora, académica y pensadora, abre la noche con sentencias punzantes: la noción de extractivismo recorre todo el libro “como una ‘vena abierta’, en un recuento del saqueo de los recursos naturales de la región desde los imperios coloniales que muchos de los ensayos analizan desde varias perspectivas.” La ecología, en este museo, en esta noche, es un conocimiento y un movimiento estético.
A pocas cuadras de acá fue que mataron al CEO. Lo vieron millones de personas, una serie de imágenes que recorrieron el mundo. A pocas cuadras, en el centro del Education & Research del MoMA también pensamos en la muerte. En la muerte o en la destrucción constante, persistente, lenta. En todo lo que esta ola de extractivismo arrasa, en lo difícil que es convertir esta urgencia en una preocupación masiva, en una imagen mirada por millones de personas. Speranza es la primera en hablar y sus palabras crean un resguardo para las siguientes exposiciones: la obra del artista Denilson Baniwa, narrada por él mismo en su lengua; las palabras de la artista Naomi Rincón Gallardo, la presencia en video de Ursula Biemann, Regina José Galindo y Eduardo Navarro. Un coro de artistas, militantes, activistas y pensadores de urgencias.
El libro nace imprescindible para este tiempo de potentes diálogos entre arte y ecología, de límites difusos y causas comunes. Graciela Speranza decide traer una experiencia reciente, que no llegó a ser incluida en el libro pero que forma parte sin dudas de estas conversaciones y préstamos entre dos campos alineados por una justicia común. La obra, instalación visual y sonora Geonnitus, puesta en escena en las afueras de Buenos Aires hace pocos meses, para pensar el contenido de Momentum.
La sala del MoMA se oscurece y aparecen en la pantalla una serie de luces enormes y titilantes, casi alineadas, en medio de una noche oscura. La luz que irradian se vuelve difusa dibujando círculos iluminados alrededor de cuatro grandes construcciones metálicas. Speranza deja que la imagen en pantalla dialogue unos segundos con el silencio de la sala para comenzar su presentación:
“Las imágenes que están viendo y me acompañarán en la pantalla no pertenecen a una película posapocalíptica de Hollywood, ni tampoco a ‘la zona’, ese paraje fantástico de Stalker, la obra maestra de Andrei Tarkovski, que prometía cumplir los sueños de los desconsolados y sin embargo viraba a la imaginación sórdida y sublime del futuro. Son imágenes documentales capturadas hace unos meses en Vaca Muerta, sinónimo del extractivismo en América Latina en su versión más violenta y más cruda: el fracking o la fractura hidráulica.”
El público, mayormente compuesto por artistas, académicos y docentes de toda Latinoamérica, escucha a Speranza mientras se queda prendido de las imágenes de la obra Geonnitus. Presentada apenas en septiembre del 2024, en el Espacio Investigaciones del Futuro situado en el polo post-industrial de Villa Lynch, partido de San Martín, “el corazón de la industria”. La obra es producto de la reunión creativa del Proyecto Eco Eco, El Festival Ruido (Javier Areal Vélez y Florencia Curci), el artista multimedia Leonello Zambón, el realizador audiovisual Julián D’Angiolillo y la compositora Cecilia Castro. Todas esas voluntades trabajaron para traer a los oídos de aquellos que participaron de sus presentaciones en Buenos Aires y de los que asisten a la presentación de un libro en Nueva York un verdadero “réquiem musical para la tierra amenazada”, como lo define Speranza.
Vaca Muerta es el sitio donde los artistas, productores e investigadores que dieron forma a Geonnitus encontraron inspiración, quizás también urgencia o desasosiego. Registraron y observaron ese espacio de extractivismo, muerte y vida cotidiana. Speranza subraya las resonancias primeras del nombre Vaca Muerta:
“Metonimia de un país cuya adicción a la carne vacuna y al asado se abastece de mataderos, ese nombre triste proviene quizás de los mapuches originarios que hoy luchan en la región por conservar sus tierras, y se ha convertido en estos años en un nuevo El Dorado, uno más en la larga historia del continente, cimentada en las fantasías de desarrollo a partir de la extracción y exportación de sus recursos naturales.”
Esa resonancia del nombre propio funciona en Geonnitus tal vez como índice escondido de las melodías que aparecen a través de la miniatura sonora que recrea el proceso de fracking. Esa puesta en abismo del sonido, provocado por máquinas y agua perforando la tierra, es el réquiem del que habla Speranza. Un verdadero dispositivo de sensibilidad sonora para visibilizar un complejo proceso de extractivismo: “el trauma sonoro de la tierra”, según uno de los artífices del Proyecto Eco Eco, Pablo Schanton. Speranza continúa:
“Como Geonnitus, el arte y el pensamiento que Momentum decidió reunir se aleja así de los apocalipsis espectaculares del cine catástrofe y quiere más bien dar a ver formas de ‘lenta violencia’ (así la llama el ambientalista Rob Nixon), desastres que se gestan y avanzan lentamente, catástrofes anónimas sin estrellas protagónicas. Pero también quiere ofrecer propuestas para el futuro.”
Lejos pero cerca del asesinato que estuvo en los principales medios del mundo, Speranza trae el susurro constante del pensamiento crítico para instalar una idea diaspórica en el presente: el futuro. En relación con el concepto de futuro, la pensadora criticó la relación en las últimas décadas de arte, política y pensamiento:
“Como un conjuro contra el ideal utilitario del mundo moderno, llevamos al menos un siglo defendiendo con cierta jactancia la inutilidad del arte. Hemos incluso llegado a decir que es precisamente en su inutilidad donde radica su valor. Cierto que cada vez más apresados en una vida de gestión, cálculo, acumulación y aprovechamiento voraz del tiempo, el arte, a primera vista, no sirve para nada. Pero ¿es realmente así?”
La duda abre un espacio para pensar obras como las de Geonnitus, que iluminan los sonidos del dolor de la tierra con las herramientas del arte sonoro y visual. Nos permite, según Speranza, sumarnos a una experiencia de arte y pensamiento que se aleja del cine catástrofe para pensar otras formas de concepción del futuro.
Para finalizar y antes de dar pie a un pequeño fragmento de Geonnitus que se proyectará, Graciela Speranza cita a Octavio Paz, un fragmento de Los hijos del limo, en el que el autor afirma que no podemos escapar ya (en 1974) de la condena del desarrollo, pero sí podemos hacer “menos inhumana esa condena”.
Esa tarde, ya noche, en el MoMA, quedan flotando en el aire esas palabras, unidas a la idea de futuro por un trazo invisible de señales brindadas por el arte.