Porque el clima no se volvió loco, sino que las compañías que explotan petróleo y gas lo están cambiando. La industria sabía desde hacía mucho tiempo que su actividad iba a alterar las condiciones de vida de todo el planeta. Sí, conocía el cambio climático que se venía, lo mandó investigar y lo ocultó todo lo que pudo hasta que empezaron a ocurrir fenómenos terribles: ciudades y pueblos destruidos por inundaciones y tormentas extremas, hambrunas por sequías, incendios devastadores, kilómetros de hielos perdidos para siempre.

En la Argentina, donde estos eventos son cada vez más frecuentes y alarmantes, las empresas tienen planes para seguir expandiéndose a costa del sacrificio de regiones enteras de nuestro territorio. Aunque cada vez haga más calor, se derritan los hielos de la cordillera, aumente el nivel del mar, no llueva nunca o llueva demasiado. Todo junto. Con cada nueva explotación de petróleo, nuestro futuro se vuelve más negro.

Una vez que se liberan los gases que calientan el clima, no hay cómo atraparlos nuevamente. Algunas campañas te quieren hacer creer que plantando árboles se acaba el problema. Pero la explotación de petróleo y gas produce tanto daño que no alcanza con forestar la superficie entera del mundo para compensar tanto daño. Por eso, la única manera de evitar que la Tierra se transforme en un lugar invivible es dejar de producir CO2 y otros compuestos derivados de la industria.

La temperatura ya subió 1,2°C en los últimos dos siglos. Parece poco pero es un montón. Las grandes superficies polares están muy inestables. Por eso, de aquí en adelante, cada fracción de calentamiento importa. Podemos decir, con toda autoridad científica, que la del petróleo y el gas es una industria quemapolos. Detener las emisiones representa nuestra esperanza de seguir teniendo un planeta en el que podamos vivir.

Los países que se suelen tomar como modelo, las economías más prósperas, están empezando a migrar su forma de producir energía, apostando al viento y al sol, entre otras fuentes, porque hoy las renovables son más baratas. Además, es más caro pagar el costo del cambio climático que hacer una transición a un tipo de generación de energía que no deje la atmósfera hecha una caldera.

Conviene más ir hacia tecnologías limpias que derretir la Antártida. Esa transición no va a la velocidad que necesitamos para seguir teniendo un planeta en el que podamos prosperar. Mucho menos en nuestro país, donde la gran industria sigue calentando los oídos de los que deciden con promesas que no cumplirán.

Las empresas petroleras tienen tantos subsidios e incentivos fiscales que ese dinero con el que –se promete y se promete desde hace años y años– se terminará la pobreza, nunca llega. Y te dejan a vos afuera, pagando los costos.